Las personas que sufren trastornos alimenticios o trastornos de la conducta alimentaria (TCA) están obsesionadas con el aspecto físico y desarrollan unos hábitos alimenticios muy perjudiciales y poco saludables con tal de encajar con ese aspecto «ideal», llegando a poner en grave peligro su propia salud e incluso sus vidas, con conductas como dejar de alimentarse, utilizar métodos diuréticos y laxantes, extenuantes sesiones de ejercicio físico, etc.
Vivimos en una sociedad en la que se exigen unos determinados patrones de belleza: para ser exitoso y triunfar parece ser imprescindible “encajar” en un determinado patrón físico de delgadez, de tener un cuerpo atlético y musculoso. Este aspecto parece ser una especie de “certificado” sin el que, sencillamente, no podemos alcanzar la “felicidad”.
Normalmente los sujetos con este tipo de trastornos ocultan con gran habilidad a su familia y entorno social el conflicto, ya que tienen total consciencia de la anormalidad de su proceder, aunque en el momento que existen signos físicos de la dolencia (delgadez extrema, problemas por el reflujo gástrico en los dientes, etc.) rehúyen todo tipo de contacto social para seguir escondiendo su conducta, negando que exista el problema alimentario.
Hay una predisposición por ciertos factores a la hora de desembocar en los trastornos de la conducta alimentaria (TCA): las relaciones familiares conflictivas, determinados rasgos patológicos de la personalidad o la baja autoestima (indefensión, gran disconformidad con su aspecto físico…) suelen ser algunos de ellos. También existen factores puramente físicos –como la genética- que pueden influir en estos trastornos.
Cuando las personas empiezan a realizar conductas alimentarias anormales, este tipo de trastornos puede cronificarse, ya que al comer compulsivamente se puede establecer un círculo vicioso difícil de romper (purga para eliminar el exceso de comida, y posteriormente el atracón compulsivo para olvidar los problemas del día a día).
Los riesgos en los trastornos de la alimentación
Este tipo de trastornos son mucho más graves de lo que pudiera pensarse y jamás desaparecen por sí solos, necesitando un tratamiento urgente ya que de no ser así puede tener consecuencias muy graves (suicidio, morir de hambre, insuficiencia renal o problemas cardíacos).
Entre los problemas físicos más frecuentes originados por los trastornos de la alimentación están la anemia, amenorrea (pérdida de la menstruación), caída del cabello, taquicardia, esofagitis, pérdida de masa ósea y descalcificación, hipertensión, diabetes o resistencia a la insulina.
En cuanto a los problemas mentales asociados a los trastornos en la alimentación, podríamos citar principalmente la depresión, aunque todavía no se ha determinado si la conducta depresiva es el origen o el resultado de este tipo de trastornos (que provocan aislamiento social). También pueden darse trastornos de ansiedad o el abuso de sustancias para la evitación o evasión del problema.
Los tres principales trastornos de la alimentación son:
- Anorexia: se produce una gran distorsión en la percepción del cuerpo, viéndose siempre con exceso de peso, incluso cuando la delgadez es extrema. La principal característica es dejar de ingerir cualquier tipo de alimento. También suele acompañarse con una forma compulsiva de ejercicio físico y para ellos cualquier tipo de alimentación en público resulta traumática. Es una dolencia que puede llegar a ser muy grave e incluso provocar la muerte por inanición. Este tipo de sujetos también suelen ser muy perfeccionistas.
- Bulimia: a diferencia de los anoréxicos, estos sujetos comen en exceso para luego intentar eliminar esos alimentos y calorías excesivas a través de todo tipo de recursos (enemas, laxantes, vómitos, grandes sesiones de actividad física…). Como sucede con los anoréxicos, normalmente mantienen en secreto su conducta, y también sienten asco y vergüenza al darse los atracones, pero simultáneamente sienten un gran alivio al cumplir con sus deseos cuando sienten que sus estómagos vuelven a estar vacíos. Los bulímicos son normalmente muy impulsivos.
- Trastorno “por atracón” o comer compulsivamente: de igual manera que le sucede a los bulímicos, existen numerosos episodios en el que pierden el control a la hora de comer, pero a diferencia de éstos, los comedores compulsivos no eliminan el exceso de calorías tras la comida.
Según numerosos estudios, las mujeres adolescentes y los jóvenes mejores de 30 años suponen el 90% de los casos en este tipo de trastorno, aunque también pueden desarrollarse en otros segmentos de la población (hombres adultos, niños…) e incluso se ha demostrado que tienen una particular incidencia en algunas minorías étnicas que pueden llegar a ser catastróficas.
¿Cómo ayuda la psicoterapia en los trastornos de la alimentación?
El abordaje de este tipo de trastornos suele ser multidisciplinar, implicando a un médico para que descarte cualquier enfermedad o riesgo grave de la salud, un nutricionista que examine los hábitos alimenticios y eduque al sujeto en nuevas costumbres saludables, y por supuesto un psicólogo que promueva cambios cognitivos y conductuales.
Sucede que para establecer sólidamente estos nuevos hábitos saludables, en la psicoterapia estos pacientes deben ser elementos activos, requiriendo un acercamiento a los posibles problemas mentales anteriores a los trastornos en la alimentación. En este tipo de casos, además de la psicoterapia individual, también puede ser muy útil la psicoterapia familiar (desde un enfoque sistémico) y la de grupo, soliendo ser favorable el pronóstico de este tipo de dolencias a largo plazo.