Antes que nada, hay que tener claro un concepto fundamental en la terapia de pareja: una pareja es cosa de dos y no podemos divinizar ni satanizar a uno u otro. Cuando hay un problema en la pareja no hay un culpable o un inocente, sino que más bien hay dos responsables.
En el momento en que los conflictos y discusiones en la pareja son demasiado frecuentes, la comunicación empieza a fallar y tenemos la sensación de entrar en un bucle sin fin en los enfrentamientos -llegando en los peores casos incluso a faltar el respeto-, es cuando se necesita ayuda profesional para volver a restablecer los lazos de unión que han unido a esas dos personas en el pasado.
La visión objetiva del psicoterapeuta es casi imposible de alcanzar tanto por la pareja como por las personas que les rodean (familiares, amigos…) ya que normalmente tienen vínculos emocionales con uno u otro miembro de la pareja y la objetividad en el conflicto sencillamente desaparece o se decanta en uno u otro sentido (a veces de manera injustificada).
Está claro que tanto nosotros como nuestra forma de relacionarnos va cambiando con el tiempo. De la misma forma, la pareja también va evolucionando: no podemos pretender tener una concepción romántica e irreal de la pareja y pretender que esté exactamente igual que cuando comenzamos esa relación. Por ello es imprescindible que ambos miembros de la pareja estén de acuerdo en realizar la psicoterapia para mejorar su relación y que lo hagan antes de que todo se deteriore tanto que ya quepa solución posible -algo que puede suceder, desgraciadamente-.
Aunque las condiciones vitales de la pareja y de cada uno de sus miembros cambien, hay que dejar siempre espacio para las relaciones y la comunicación: está claro que el trabajo, la familia, las responsabilidades, los hijos, son elementos muy importantes en las ecuaciones de vida de todos. Pero también debe serlo la propia pareja, cuidándola día a día para que se mantenga en buen estado.
Aceptar y respetar al otro
También hay que tener claro que no podemos anular a nuestra pareja, ya que si lo hacemos comenzará un proceso de «despersonalización» y llegará un momento en que no sepamos con quien estamos -aunque hayamos intentado «transformarlo» en lo que queríamos-. Es importante aceptar todas las facetas personales e idiosincrasia del otro -elementos que son precisamente los que probablemente nos sedujeron en su día a la hora de elegir a esa pareja-. De la misma manera que aceptamos, también es fundamental que podamos expresarnos con libertad y demandando con naturalidad aquello que deseamos o lo que nos parezca injusto.
¿Cómo funciona la Terapia de Pareja?
En la terapia de pareja se dan sesiones conjuntas con el psicoterapeuta y se evalúa la visión que tenga cada uno del otro y de la relación existente. De esta manera se pueden plantear un acercamiento entre ambas posturas para llegar a un acuerdo que pueda originar no solo una nueva visión de la relación, sino de la dirección en que pueda dirigirse, modulando y cambiando las actitudes y conductas de cada uno de los miembros de la pareja. Paralelamente, pueden realizarse seguimientos individuales con cada miembro y luego ponerlos en común nuevamente, aunque a veces el trabajo de psicoterapia individual puede ser necesario y más profundo.