En esos momentos donde es obligatorio realizar un encierro debido a la emergencia sanitaria mundial por el Coronavirus, es cuando puede llegar a producirse el llamado «Síndrome de la cabaña» (o Cabin Fever, en inglés), que es un estado mental relacionado con seres humanos que habitan por algún tipo de obligación u imposición en lugares de pequeñas dimensiones y sin contacto social. Puede además empezar a desarrollarse una reacción en la que se llegue a desarrollar miedo o incapacidad para salir de esa vivienda una vez que las circunstancias vuelven a ser favorables para recuperar nuestra vida social tras un periodo obligatorio de confinamiento: nos vamos creando una falsa «zona de confort» donde se supone que tenemos todo controlado y cuando queremos salir de ella, se nos plantea una situación inabarcable. Este síndrome tienen mucho que ver con la agorabia, ese trastorno por ansiedad que consiste al miedo a los espacios abiertos, pero también, como todo trastorno de ansiedad, con el miedo o vértigo de no tener controladas las situaciones que podamos vivir, aumentadas por la incertidumbre de una potencial amenaza -como la de padecer el covid19-, aunque todo parece indicar que el epicentro es el aislamiento, la soledad y el aburrimiento. Las consecuencias para el individuo o para la gente que le rodea pueden llegar a ser graves.
El origen de este concepto viene de finales del siglo XIX, con los colonos norteamericanos que en la conquista de Norteamérica y Canadá, viajaron desde el este del continente hasta el Oeste. Algunos de estos viajeros se vieron obligados a permanecer dentro de sus refugios durante los duros inviernos o durante temporadas demasiado largas, y es cuando empezó a desarrollarse este síndrome -o conjunto de síntomas- que se llamó en esos momentos «locura de la pradera», «locura de la montaña» o «la fiebre de las cabañas» (o sea, el síndrome de la cabaña): la sensación de la soledad y el aislamiento comienza a formar una especie de coraza de la que no queremos salir de ningún modo, al proporcionarnos de manera artificial una (falsa) seguridad. Hay otros sectores de la población, como los marineros, los presidiarios o incluso los astronautas que pueden llegar a desarrollar esta dolencia. No obstante, tanto en el caso de los marinos como de los astronautas, se realiza una preparación psicológica intensa y profunda para poder soportar adecuadamente estos periodos de aislamiento.
El doctor en Psicología Paul Rosenblatt ha apuntado en sus estudios que «Todas las condiciones psicológicas son construcciones sociales que crean una realidad porque un número sustancial de personas concuerdan en su validez y realidad». Parte de esos estudios indicaban que las personas que sufren un aislamiento prolongado presentan desasosiego, irritabilidad, aburrimiento, una gran necesidad de romper la rutina e incluso, paradójicamente, insatisfacción en el hogar.
Condiciones y desarrollo del síndrome de la cabaña
Empezando en todos los casos por el encierro y la falta de contacto social, algunos de los condicionantes que pueden agravar la situación son el tipo de vivienda (amplia, pequeña, estrecha…), la clase de personas que comparten dicho aislamiento, no tener una agenda diaria o rutina o la carencia de estimulación. Algunas personas pueden ver incluso agravada la situación si el confinamiento se realiza con hijos de corta edad o con personas enfermas o discapacitadas sobre la se tiene alguna responsabilidad.
Este síndrome de la cabaña no sólo puede producirse al estar protegido de una epidemia o una meteorología adversa, sino que también se han observado casos en zonas de guerra o barrios con gran índice de delincuencia.
Otros efectos colaterales de este síndrome de la cabaña es la depresión mayor y el consumo de sustancias como drogas o alcohol: el desgaste emocional del aburrimiento, la falta de estimulación pueden ser factores desencadenantes para que estas personas puedan ser muy peligrosas para quienes conviven. Esta situación precisamente fue la que describió Stephen King en la novela «El Resplandor» y que posteriormente Stanley Kubrick la convirtiera en una de las grandes películas de terror de la historia del cine.
¿Cómo podemos combatir el síndrome de la cabaña?
Algunas de las actividades que podemos realizar y que mejorarían esta situación son:
- Tener una rutina diaria de actividades: es importantísimo saber qué hacer en cada momento y no quedarse «en blanco» sin saber exactamente qué podemos hacer.
- Realizar ejercicio físico (dentro de casa existen numerosas formas, desde programas isométricos hasta el uso de máquinas como cintas de andar, etc.)
- No perder el contacto social con nuestro círculo de amistades y familia (ya sea vía telefónica, por videoconferencia, email, salas de charla, etc.).
- Planear actividades placenteras que realizar cuando acabe el confinamiento (encuentros, cenas, actividades culturales o festivas, etc.).
- Escuchar música: la música genera estados emocionales positivos. Podemos recuperar esas canciones que siempre nos han gustado o descubrir nuevos grupos, tendencias, etc.
- Realizar tareas domésticas pendientes (redecorar, ordenar, etc.)
- Desarrollar un hobby para el que no teníamos tiempo (hacer maquetas, aprender a tocar un instrumento musical, aprender idiomas, etc.).
- Lectura
- Videojuegos (individuales o bien compartidos con quienes estemos en casa o con otras personas a través de internet, creando una red…).
- Actividades manuales artísticas (pintar, modelar en arcilla, etc.).
De igual forma que sucede con los trastornos fóbicos, en estos casos es necesaria un proceso de desensibilización sistemática, que consiste en la exposición progresiva con control de respuesta y así, de manera paulatina, ir desarrollando nuestra propia estrategia de afrontamiento para que podamos poco a poco gestionar la ansiedad y controlar la situación.
Xavier Argemi
Lo he encontrado muy interesante.
Creo que cuando esto termine habrá que seguir algunos de los consejos.
Federico Casado Reina
Muchas gracias Xavier. Un saludo.