Los pensamientos intrusivos son pensamientos que invaden la mente del sujeto sin que él mismo haya buscado traerlos a la consciencia. Son pensamientos invasivos, repetitivos y no deseados que irrumpen en la mente consciente cuando menos se lo espera y generan en el individuo grandes estados de ansiedad y efectos secundarios negativos. Estos pensamientos involuntarios pueden ir desde preocupaciones acerca de la salud, preocupación por los seres queridos, por la naturaleza, o incluso temores irracionales que persisten en la mente.
Algunas personas se sienten responsables por lo que piensan o tienen la idea errónea de que por pensar reiteradas veces algo es más probable de que suceda. Desde un punto de vista de las variables cognitivas, estas personas poseen esquemas disfuncionales exagerados.
Las obsesiones aparecen a causa de que las personas hemos desarrollado la ilusión de control absoluto: queremos tener todo bajo nuestro control ya que hemos aprendido a soportar la incertidumbre. El problema está en que esta ilusión se derrumba una y otra vez al ver que ciertas circunstancias en la vida son incontrolables, por ejemplo las enfermedades o el comportamiento ajeno. Los pensamientos obsesivos también pueden aparecer cuando nos vemos en la situación de tener que tomar una decisión y no saber qué elegir dentro de las posibilidades.
Un “esquema exagerado de responsabilidad personal” sobre el pensamiento consiste en la creencia de que por tener una idea sobre algún suceso peligroso que podría ocurrir, eso transforma a la persona en un agente responsable de prevenir el suceso indeseado así como de las potenciales consecuencias si el hecho tuviera lugar. Así, por ejemplo, si al salir de mi trabajo, yo pienso que alguien pudo haber dejado el horno eléctrico enchufado, lo cual a su vez puede provocar un incendio; entonces el no ir a verificar el estado del horno me convierte en responsable si un tal acontecimiento tuviera lugar. De ese modo, me siento compelido a regresar a mi trabajo y hacer las verificaciones pertinentes.
Todo pensamiento se queda pegado a la psique porque la reacción emocional que tiene en ella es su poder de adherencia. De acuerdo a la importancia que le demos al pensamiento y como reaccionemos ante ellos será su poder de adherencia dentro de la psique, y también determinará como nos influye en nuestra vida diaria. A menudo estos pensamientos llegan a la mente del sujeto acompañados de previas experiencias o eventos traumáticos que le hayan ocurrido.
Cuando se presentan estos pensamientos, generalmente causan en el sujeto un estado de preocupación, obsesión, angustia y ansiedad, llegando incluso a producirse ataques de pánico. Pero hay que tener claro que la aparición de los pensamientos intrusivos no se puede controlar, puesto que son pensamientos impulsados por el inconsciente, por lo tanto tampoco se pueden eliminar de la mente.
Si no se trabaja sobre ellos, estos pensamientos intrusivos pueden acabar convirtiéndose en el eje de nuestras vidas, pues mientras ponemos toda nuestra atención en ellos, excluimos la realidad que nos rodea. Nos sentimos incapaces de redirigir nuestra atención hacia otros estímulos pues el pensamiento obsesivo lo gobierna todo. El pensar y repensar las cosas sea quizá uno de los problemas más frecuentes de nuestra sociedad, siendo fuente de problemas de ansiedad, sufrimiento, incapacidad…
Se produce la paradoja de que pensar en que no queremos pensar en algo ya es centrar en eso nuestra atención, y aparece la frustración de querer borrar de nuestra mente un pensamiento y obtener el efecto contrario: fortalecerlo.
Sin embargo, no debemos confundir las rumiaciones obsesivas con los pensamientos intrusivos. A los pensamientos intrusivos podemos considerarlos habituales, ya que la mayoría de las personas los tienen. Pero un pensamiento intrusivo puede convertirse en una obsesión en función del significado que le demos.
Pero ¿cuándo se convierten en obsesiones o rumiaciones obsesivas?: cuando nos preocupamos en exceso por tenerlos y comenzamos a darles vueltas y a pensar que somos capaces de hacerlo: “soy una mala madre / si pienso esto es que no quiero a mi hijo / quién me dice que no soy capaz de hacerlo en un momento de locura«, etc.. Ante estos temores, corremos el riesgo de decidir no estar solas con nuestro hijo, o no coger el coche como conductor, lo cual refuerza el problema, pues le da validez a la idea de que seríamos capaces de hacerlo. Si, además, luchamos por suprimir ese pensamiento, se observa un fenómeno rebote, y el pensamiento aparece cada vez más. Si, por contra, pensamos: “menuda tontería que acabo de pensar, debo estar muy cansada”, el pensamiento intrusivo va disminuyendo y problema se va solucionando.
¿Cómo evitar los pensamientos intrusivos?
Si bien estos pensamientos no se pueden controlar cuando aparecen, si se puede controlar la influencia que tendrán en nuestra mente. Los pensamientos intrusivos se alimentan de la reacción emocional que el sujeto presente ante los mismos -mientras más importancia se le da, más tiempo permanecerán latentes-.
Para eliminar los patrones de pensamiento negativo, es necesario que haya un cambio de actitud junto con herramientas de visualización específicas. La práctica de deportes y hacer ejercicio físico es una buena manera de disuadir al pensamiento intrusivo, pues al estar ejercitando, su mente fija la atención en el cuerpo y en los ejercicios, de este modo el pensamiento intrusivo pasa a un segundo plano y sigue de largo.
La experiencia de pensamientos intrusivos no sólo no se considera patológica sino que, más aún, se estima que puede tratarse de un fenómeno sano y adaptativo. Podría ser parte importante de la creatividad humana, de la capacidad de generar soluciones novedosas a los problemas. Tal vez muchos de nuestros logros culturales tengan en los pensamientos intrusivos uno de sus orígenes.
Hay que descubrir y aceptar una máxima muy importante: no somos nuestros pensamientos; no decidimos los pensamientos que nos llegan, pero podemos seleccionar lo que nos interesa y lo que no, quedándonos con los primeros y desechando los segundos: cuando aparezca el pensamiento no sirve de nada luchar contra él, pues se hará más fuerte. Por contra, hay que investigar por qué aparece eso en nuestra mente y luego decidir si conviene centrarnos en ello o no.
Miguel A. Muñoz
Muy interesante y muy sencillo de entender.
Yo me debato en, al menos, una duda permanente. Se trata de lo siguiente. Imaginemos que estoy nadando en una piscina climatizada de, digamos 25 metros de largo y que para contar la distancia nadada voy contando los largos que hago: 1, 2, 3, 4, etc. Pero mientras la mente va controlando de forma voluntaria el número de largos, a su vez, saltan pensamientos automáticos de lo más variopintos: «tengo que llamar a fulanito», «el agua está fría», «esta mañana temprano me corté afeitándome», «el de la calle de al lado nada más rápido que yo», etc.
Entonces, parece como si hubiese un flujo bidireccional de información: (1) flujo de la mente a la persona (pensamientos automáticos) y (2) flujo de la persona a la mente con la voluntad de la persona.
Muchos teóricos de filosofías o religiones orientales budistas, sostienen que la mente es una herramienta de la persona (como lo es un brazo o una pierna), pero que no define a la persona. Si yo pregunto, ¿qué es la mente?, la mente es aquello que hace la pregunta. Y si la mente es sólo una herramienta y no me define como persona, ¿qué sentido tiene un concepto como la ‘libertad de pensamiento’? ¿Soy libre de pensar lo que deseo pensar o soy pensado? ¿Ambas cosas? ¿?
Muchas gracias de antemano, enhorabuena por la entrada del blog y un saludo cordial.
Miguel A. Muñoz.
Federico Casado Reina
Definir «la mente» como constructo es una de las grandes incógnitas en la historia de la ciencia, y por supuesto de la Psicología. Una cosa es la mente y otra son los pensamientos que hay en ella (y ya que estamos con la analogía de los órganos), como uno ojo no es lo que ve. A veces los pensamientos fluyen por nuestra consciencia y aunque quizás no controlemos qué es lo que nos viene a la cabeza, si que podemos controlar la importancia que le damos a esos pensamientos.
Un saludo y gracias por tus palabras.