La llamada nomofobia (un término pseudocientífico derivado del inglés, no-mobile-phone phobia, acuñado por primera vez en 2008) es una parte más de esas nuevas adicciones tecnológicas, en las que los límites del uso y del abuso cada vez están más difuminados. Este tipo de adicción consiste en utilizar compulsivamente los teléfonos móviles, hasta el punto de desear e incluso necesitar estar conectado permanentemente. De hecho, algunos profesionales de la psicología hacen referencia a la nomofobia o adicción al móvil como “la enfermedad del Siglo XXI”. Conceptualmente también se podría hablar movilfilia para hacer referencia a un fenómeno similar a la ludopatía y caracterizado por una falta de control de impulsos, aunque habría algunos aspectos de la ludopatía que a priori no estarían presentes, sin embargo, desde un punto de vista científico y de la defensa de la salud pública, tendría más sentido hablar de este problema como un problema de control de impulsos más que de una fobia.
Si regresas a casa cuando estás a medio camino de donde vayas si se te ha olvidado el móvil en casa, o si no lo apagas cuando vas al cine -y si notas la vibración lees el mensaje durante la película- o te llevas el móvil al baño, lo más probable es que padezcas de nomofobia, o sea, de un miedo irracional a vivir con el teléfono apagado.
Esa preocupación por estar desconectado se traduce en un mirar constantemente el móvil (una media de 34 veces al día, según datos de la empresa SecurEnvoy), en no apagarlo nunca, no poder dejárselo olvidado en casa, en tener que contestar inmediatamente cualquier llamada o mensaje entrante, revisar a cada minuto el nivel de batería… Esta misma compañía descubrió el 75% de los usuarios de teléfonos móviles se los llevaba cuando iban al WC.
En el Reino Unido, una encuesta realizada por YouGov elevaba el porcentaje de nomofóbicos al 85% (e incluso al 98% en el caso de las mujeres). Según este análisis, el 83% respondió que el principal motivo de ansiedad cuando tenía el móvil apagado era por no poder tener contacto con familia y amigos.
Según otros análisis, el mayor riesgo está en la población de 18 a 25 años (en este grupo, sólo el 2% usa el teléfono exclusivamente para hablar), aunque varios estudios parecen coincidir en que existen ciertas personalidades adictivas, con mayor tendencia a sufrir este tipo de problemas. Este tipo de personas suele ser introvertida, tienen una baja autoestima y cierto déficit de habilidades sociales, sintiéndose más cómodos interactuando con los demás a través de la tecnología, ocupando su tiempo de ocio de esa forma. Además, en algunos casos graves, la nomofobia y otras adicciones a la tecnología pueden llegar a interferir con la calidad del sueño. Otros estudios indican que el hecho de disponer de un terminal con la última tecnología y poseer conocimientos sobre él, les ayuda a creer que poseen un estatus superior tomando como referencia, por ejemplo, su actividad en los chats o las redes sociales.
La persona que padece nomofobia experimenta una angustiosa sensación de incomunicación que le genera una ansiedad elevada cuando no puede hacer uso de su smartphone, bien porque se le ha olvidado en casa, bien porque se ha quedado sin batería o bien porque se encuentre en una zona en la que no hay cobertura o lo han perdido. La persona con adicción al móvil, cuando no puede hacer uso de él, se siente “aislada del mundo”, no puede dejar de pensar en el teléfono y manifiesta un deseo irrefrenable por volver a estar conectada a su smartphone.
¿Cuáles son los síntomas de la nomofobia?
- Ansiedad.
- Pensamiento intrusivos recurrentes (obsesivos) relacionados con el smartphone y el deseo de estar de nuevo online.
- Inestabilidad.
- Agresividad.
- Disminución de la concentración.
- Hipervigilancia.
- Inquietud.
- Temor a estar aislado.
El riesgo de desarrollar una adicción al teléfono móvil en España es elevado debido a que el 96% de los españoles tiene móvil (muchos más que en grandes países como Estados Unidos, China o Francia); entre ellos, más del 26% tiene incluso dos móviles. E incluso el 2% de los españoles tiene hasta 3 móviles.
Algunas encuestas cifran entre el 53% y el 66% el porcentaje de españoles aquejados de este nuevo miedo irracional que, según datos del Centro de Estudio Especializados en Trastornos de Ansiedad, ha aumentado un 13% en los últimos años debido a la expansión de los teléfonos inteligentes.
Algunos psicólogos advierten de que la dependencia al móvil es un fenómeno social: se ha creado una sociedad que actualmente necesita el móvil para casi todo (pagar algo, estar en contacto con nuestros seres queridos, consultar si lloverá mañana, escuchar música, hacer una fotografía para que las vean tus amigos, encontrar una calle…). Por ello es difícil distinguir esta dependencia social de una adicción real. En los extremos patológicos, esta dependencia puede generar ataques de ansiedad, pánico o irritabilidad. Aunque en la actualidad la nomofobia no está catalogada como trastorno psicológico real, eso no quiere decir que este cuadro o síndrome no exista.
Qué hacer ante la nomofobia
Ante todo, hay que hacer un ejercicio consciente de reconocimiento y aceptación -como en cualquier adicción-, y establecer una especie de hoja de ruta en la que se especifiquen claramente las situaciones en las que el uso del móvil debe estar completamente prohibido –por ejemplo, en comidas, cenas o cuando se realicen actividades con otras personas, o mantenerlo apagado por las noches-, pero también aquellas en las que sí está tolerado o puede contemplarse cierta flexibilidad en su uso.
Algunos consejos prácticos que podríamos utilizar:
- Si estamos en casa, podríamos ponerlo en silencio -e incluso apagarlo- y avisar a nuestra familia y amigos que si necesitan comunicarse con nosotros por alguna urgencia, nos llamen al teléfono fijo.
- Intentar «desconectar» los días de fiesta: intentar salir de casa sin el móvil y si es imposible, comenzar con pequeñas salidas -comprar el periódico, ir a la panadería…-.
- Muchos amigos hacen un pacto cuando se reúnen, y entregan todos los teléfonos móviles ocultándolos con una servilleta y el primero que coja el suyo para mirarlo, tendrá que pagar la cena.
- En el entorno familiar, no permitir ir con el móvil a la mesa durante el almuerzo. Deberíamos centrarnos en una cosa a la vez -el famoso «Mindfulness» o atención plena…-. Hay que volver a disfrutar más de la compañía «real» y no de la «imaginaria», que es a la postre, la que ofrece el móvil. No podemos olvidar que en realidad, no estamos interactuando con una persona, sino con un aparato que virtualmente, nos conecta con esa persona.
- Todos, absolutamente todos los móviles tienen un botón que poca gente utiliza, y es ¡el botón de encendido/apagado!: la inmensa mayoría de personas tiene el teléfono conectado durante meses, sin apagarlo ni un solo día. Podemos apagarlo de vez en cuando -por ejemplo, cuando estemos en casa y tengamos disponible un teléfono fijo, o cuando entremos en una reunión de trabajo, o cuando vayamos al teatro…- ya que además de ahorrar batería, tendremos menos sobrecargado el software de nuestro terminal y lo más importante, nos liberará de la presión permanente de esa atención por si llega un mensaje o llamada.
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