Casi con total seguridad en algún momento de nuestra vida hemos sufrido de estrés.
Aunque puede ser un momento puntual el que genere esta sensación -unos grandes almacenes en tiempo de rebajas y llenos de gente que intenta comprar lo mismo que nosotros, esperar un autobús que no llega hacia nuestro lugar de trabajo a la hora de fichar…- en otras ocasiones puede ser más continuo y complicado -como el que puede surgir en una relación sentimental complicada que se extiende en el tiempo o por el padecimiento de una enfermedad física crónica grave-.
No obstante, el estrés puede ser un elemento motivador a la hora de conseguir unas determinadas metas, recordemos el razonamiento que se utiliza en muchas profesiones estresantes: «se trabaja mejor bajo presión».
¿Cuándo se vuelve peligroso el estrés?
El conflicto con el estrés surge cuando obstaculiza las actividades de una vida normal durante un tiempo demasiado largo. Entonces puede producirse una sensación de extrañeza vital, hasta el punto de creer que no tenemos ningún control de nuestra vida, llegando a paralizarnos e incapacitarnos para realizar ninguna actividad. Esta sensación de parálisis puede generar igualmente una fatiga constante y permanente, impidiendo concentrarse o atender a algo y bajando el umbral de la irritabilidad en situaciones cotidianas que en condiciones normales no suponen ningún problema.
Además, una situación estresante continua puede agravar todo tipo de conflictos emocionales que hayan generado acontecimientos traumáticos con anterioridad, e incluso agravar la ideación suicida.
La salud física también puede verse afectada por el estrés a través de los mecanismos fisiológicos internos que poseemos: existen respuestas físicas a la tensión emocional -como la sudoración al imaginarse una situación conflictiva como una cita amorosa, desarreglos gástricos ante el vértigo de una situación complicada o la tensión que sentimos al ver una película de terror- que vienen determinadas genéticamente, al dispararse una serie de secreciones hormonales que en la evolución de la especie en el pasado, nos habría supuesto una ventaja evolutiva al poder enfrentarnos con amenazas a nuestra propia vida.
La temporalidad del motivo de estrés es el elemento primordial para la duración de los síntomas físicos y mientras más tiempo se prolongue la situación de estrés, mayor serán el número de reacciones fisiológicas que dispararán en el llamado «síndrome de activación» -tanto conductual como físico- que puede desembocar en un problema de salud grave.
¿Desgasta físicamente el estrés?
Nuestro sistema inmunológico es sensible al mantenimiento de una situación de estrés, y por ello se provoca en muchos casos un gran desgaste, al presentar síntomas de envejecimiento prematuro o tales como osteoporosis, patologías coronarias, artritis, fribromialgia, diabetes tipo 2 e incluso varios tipos de cáncer.
Algunos estudios apuntan que el estrés influye en la capacidad del cerebro para bloquear agentes tóxicos y otro tipo de patógenos, condicionando incluso la aparición de demencias o Alzheimer. Incluso podríamos apuntar a que el estrés severo empeora varias dolencias como la hipertensión o la hipercolesterolemia. Aquellas personas que tienen reacciones agresivas o violentas -algo bastante habitual en el cuadro de estrés- suelen estar en mayor riesgo de sufrir una patología cardíaca.
La desesperación que suele aparecer con el estrés puede transformarse en un cuadro depresivo crónico, abandonando los hábitos saludables de alimentación y actividad y por ello, desembocar en un mayor riesgo de obesidad, disfunción renal o ataque al corazón.
Por otra parte, el estrés puede impedir la evolución favorable de cualquier enfermedad. El control del estrés y la reeducación para manejar las situaciones generadoras de tensión se han demostrado como métodos altamente eficaces para sobreponerse, por ejemplo, a una ataque al corazón. Si además tenemos antecedentes familiares de hipertensión y otras enfermedades cardíacas, el control del estrés resulta aún más importante.
Entonces, cuando tenemos estrés… ¿qué podemos hacer?
Gestionar con eficacia las situaciones de estrés es algo que debemos aprender cuanto antes, ya que por un lado, los beneficios de poder controlarlo son realmente grandes; y por el otro lado, nuestra vida nos va a presentar buen número de estas situaciones a largo plazo, normalmente de manera sorpresiva.
Para empezar, lo más importante es identificar el origen del estrés. La Psicoterapia puede ayudar a concretar sus factores y realizar una estrategia para poder enfrentarse a ellos. En el proceso es importante vigilar los estados anímicos, identificando y registrando en cada momento el motivo que produjo la situación de estrés -ya sea de día o de noche-, tanto a nivel cognitivo como emocional.
Antes de reaccionar, hay que tomar alguna distancia de la situación y ver de nuevo desde otra óptica y sin tanta carga emocional la situación. Algunas actividades físicas como el deporte pueden ayudar a liberar endorfinas y a relajarse ante momentos de gran conflicto. También es importante ser realista y no esperar la perfección en nuestras actividades, algo que es una gran fuente de estrés.