El trastorno por estrés postraumático (también conocido como TEPT) es la incapacidad de restablecerse o recuperarse de una manera saludable después de experimentar un evento traumático. La violencia, el abuso físico, mental o sexual, casos extremos de abandono, acoso, accidentes graves y desastres naturales pueden desencadenar el TEPT.
La mayoría de las personas que han sufrido un trauma no llegan a padecer estrés postraumático, un hecho que todavía no tiene explicación. Además, y al contrario de lo que se cree, la gravedad del síndrome no depende de la naturaleza del trauma que lo desencadena, sino de cómo el sujeto experimenta dicho trauma. La reacción a una situación difícil e inusual depende mucho de la sensibilidad de las personas afectadas y de sus recursos para afrontar los traumas.
Esta experiencia puede generar una serie de síntomas:
- Imágenes recurrentes del acontecimiento traumático y sensación de volver a vivir el suceso traumático en el presente.
- Estado de alerta constante con la aparición de dificultades para conciliar el sueño, hipervigilancia, irritabilidad, dificultades de concentración, etc.
- Evitación de estímulos que puedan asociarse con la experiencia traumática.
- Estado de ánimo bajo, depresión y dificultades para expresar emociones positivas.
Las personas que presenten estos síntomas tienen un cuadro clínico de estrés agudo, que todavía no ha llegado a ser de estrés postraumático (hasta que no transcurre más de un mes). Los síntomas del TEPT normalmente se empiezan a manifestar 3 meses después de un evento traumático, pero ocasionalmente pueden aparecer muchos años después. Muchas veces el TEPT es acompañado por depresión, abuso de sustancias u otro trastorno de ansiedad.
Entre los acontecimientos traumáticos que han sido más investigados están los desastres naturales, atentados, servicios de combate en tiempos de guerra, las agresiones sexuales, cirugías mayores y sufrir u observar un accidente grave. Aunque existen muchos y rigurosos estudios, no ha llegado a una conclusión definitiva de por qué algunas personas sufren este tipo de trastornos y otras no.
Las conductas de evitación, generalmente, necesitan una gran activación para luchar o huir. Sin embargo, hay que tener en cuenta que también pueden ser de desactivación. Cuando se considera que el abuso o el daño es inevitable, pueden ser efectivas otro tipo de comportamientos que no lleven al enfrentamiento directo. Por ejemplo, las conductas de sumisión tratan de desactivar el ataque dando la razón al atacante o minimizando el daño que causaría un enfrentamiento con un enemigo mucho más potente. Quedarse quieto ante un peligro potencia la probabilidad de pasar desapercibido. Estas reacciones son más frecuentes en personas que en su infancia se han enfrentado a un abuso continuado por parte de un adulto del que les ha sido imposible escapar. Asociados a esta reacción aparecen elementos disociativos, en los que la persona se disocia de sí mismo como si lo que está viviendo no lo sintiera en su propio cuerpo.
Los investigadores están estudiando la importancia de los diversos factores de riesgo y de resiliencia, entre ellos, los aspectos genéticos y neurobiológicos. Con más investigaciones, algún día podría ser posible pronosticar quién es propenso a presentar el trastorno por estrés postraumático y evitarlo, de manera que se sea capaz de actuar y responder de manera eficaz a pesar de sentir miedo.
Podríamos hablar de varios tipos de cuadros de estrés postraumático:
- Agudo. Cuando la duración es inferior a tres meses.
- Crónico. Cuya duración está por encima de los tres meses.
- De inicio moderado. Cuando entre la experiencia traumática y el inicio de los síntomas han transcurrido más de seis meses.
En el caso de que el suceso traumático haya sido provocado por otras personas, como ocurre en atentados, secuestros, violaciones, etc, el trastorno suele ser más duradero que en los casos de desastres naturales o accidentes. Además, en estos casos pueden aparecer sentimientos de culpa, vergüenza, junto con otros síntomas de retraimiento social, hostilidad, sensación constante de alarma, pérdida de valores y alteraciones de personalidad.
Todo lo que pueda ser relacionado con el suceso traumático (lugares, personas, situaciones o actividades) tiende a evitarse de forma constante, con la intención de evitar los pensamientos y conversaciones al respecto, llegando incluso a producirse en algunos casos amnesia de aspectos del suceso. Las personas que sufren el trastorno habitualmente tienden a perder interés en las cosas que le atraían anteriormente, sufren dificultades para expresar, e incluso sentir, sus emociones y tienden a alejarse de los demás.
La manera en que una persona describe los síntomas con frecuencia depende de su punto de vista cultural. En las culturas occidentales, las personas por lo general hablan de sus estados de ánimo y sentimientos, mientras que en muchas culturas orientales, las personas se refieren con más frecuencia al dolor físico.
Pronóstico y tratamiento
El pronóstico es complejo, ya que no podemos (ni debemos) borrar los recuerdos negativos que tenemos, aunque si que podemos llegar a controlar los síntomas que provocan en nosotros.
El tratamiento suele ser a largo plazo, lo que explica que algunos pacientes abandonen la terapia. , que se basa en una combinación de fármacos y psicoterapia.
Los principales tratamientos son la psicoterapia, los medicamentos o una combinación de ambos. Cada persona es diferente y el trastorno por estrés postraumático afecta a las personas de diferentes maneras, por lo que es posible que un tratamiento que funciona para una persona no funcione para otra.
Si alguien con trastorno por estrés postraumático está pasando por alguna situación traumática continua, como, por ejemplo, una relación abusiva, es necesario abordar ambos problemas. Otros problemas que se pueden estar teniendo al mismo tiempo incluyen trastornos de pánico, depresión, drogadicción y pensamientos suicidas. La investigación muestra que el apoyo de la familia y los amigos pueden ser una parte importante de la recuperación.
De esta manera, es posible que se le prescriba al sujeto algún psicofármaco (ansiolíticos, antidepresivos) para aliviar una sintomatología incapacitante, y posteriormente abordar el proceso con psicoterapia.
La evitación experiencial es un factor fundamental en el desarrollo y mantenimiento de un trastorno por estrés postraumático. El miedo es una reacción emocional que está al servicio de la supervivencia del ser humano, porque nos libra de amenazas y peligros. Por eso, va contra nuestro condicionamiento genético enfrentarlos. En consecuencia, los afrontaremos cuando tengamos una razón que lo justifique. De aquí, la importancia de este cambio de objetivo que nos lleva a la estrategia de aceptar el sufrimiento porque hay un buen motivo para ello.
La psicoterapia cognitivo-conductual pretende que el sujeto identifique sus síntomas, desarrolle habilidades para conocer los factores desencadenantes de los síntomas y finalmente, generar herramientas para controlarlos. En este ámbito, las técnicas que mejor funcionan son la Terapia de exposición y la Reestructuración Cognitiva, aunque la existencia de una gran cantidad de personas en las que se dan otros trastornos psicológicos asociados al trastorno por estrés postraumático dificulta el tratamiento, haciendo necesaria una terapia de tipo más general como la terapia de aceptación y compromiso, en las que la exposición al acontecimiento traumático toma una nueva dimensión al cambiar el objetivo de reducir la ansiedad por el poder elegir otra conducta que le permita seguir los propios valores en situaciones amenazantes.
Luis
que importante es la ayuda profesional en estos casos porque en muchos casos uno solo no puede… muy buen post!
Federico Casado Reina
Es cierto Luis, este tipo de trastornos son muy complejos. Un saludo y muchas gracias.