Las grandes expectativas que nos hacemos a la hora de cómo disfrutar en las vacaciones -esperadas por la mayoría- es uno de los motivos por los que podemos llegar a no disfrutarlas. Tal vez sea porque estas expectativas superan las posibilidades de lo que se puede hacer en el tiempo que uno se toma para descansar.
Ansiamos todo el año estar sin hacer nada, no tener obligaciones, compromisos, nada para hacer. Sin embargo, cuando ya estamos instalados en el destino que hemos elegido nos sobreviene un pensamiento bastante molesto: «¿Y ahora qué hago?». Muchos empezarán a sentir ansiedad, angustia o incluso deseos de volver a su trabajo, sencillamente porque no estamos acostumbrados a «no hacer nada»: los seres humanos por naturaleza necesitamos cosas de las que ocuparnos, problemas que resolver, retos que superar. Porque de otro modo, sencillamente, nos aburrimos.
Pero la paradoja surge cuando descubrimos que tampoco se puede vivir siempre con prisas y estrés, ya que nuestro cerebro necesita descansar de ese mundo actual competitivo: parece que estuviéramos metidos en una carrera sin fin, tanto en lo personal como en lo profesional, y que tengamos que estar siempre al 100% (eficientes, correctos, productivos, cumplidores, resolutivos, actualizados…). Todo este esfuerzo nos empuja a estar estresados, pudiendo llegar al famoso síndrome del «burnout» (estar quemados), trastornos de ansiedad o depresiones. Por ello son tan necesarias las vacaciones, ese momento donde debemos «desconectar» de nuestro ritmo y vida habitual.
Pero tampoco podemos olvidar que las vacaciones, sin embargo, pueden llegar a cansar más que cualquier trabajo, porque la diversión también cansa (trasnochar, comer en exceso, madrugones para aprovechar el día en la playa o excursiones, etc.). Por ello debemos dejar un grado de «sorpresa» en nuestras vacaciones para podamos disfrutar de esas experiencias nuevas, que pueden enriquecernos; porque también tenemos que darle vacaciones a nuestro irrefrenable deseo de control.
Para poder evitar el estrés vacacional, tenemos que entender que existe una estrecha relación entre rutina y ansiedad y cómo una mala gestión puede desencadenar en estrés vacacional, ya que el ser humano es un animal de costumbres y como tal, interrumpir la rutina o el hábito es un momento que no deja de ser desestabilizador. Generalmente las vacaciones suponen un periodo para disfrutar. Sin embargo unas expectativas irreales también pueden ocasionarnos tensión.
De esa manera no sólo nos relajaremos -reparando el organismo de los daños provocados por el aumento de cortisol y la ansiedad-, sino que tendremos la capacidad de ver las cosas desde otra perspectiva, mucho más amplia. Aunque,
Entendidas como recompensa por el esfuerzo realizado, las vacaciones resultan un elemento reforzador de la autoestima y el autoconcepto, además de prevenir la aparición de estrés y otros trastornos. Se trata de un periodo en el que poder hacer actividades que nos resulten placenteras y para las que normalmente no se tiene ocasión, dejando atrás temporalmente las responsabilidades asociadas al cargo, rol o estatus personal y social.
Las vacaciones no sólo nos ayudan a ser felices, sino que son una poderosa herramienta para el crecimiento personal. Tanto el cuerpo como la mente necesitan vacaciones y liberarse del cansancio acumulado durante todo el año. Existen algunas claves que explican la estrecha relación que existe entre bienestar individual y el tiempo de ocio y como, al mismo tiempo, algunas personas pueden generar estrés y ansiedad durante las vacaciones. Un mal conocido como «estrés vacacional» y que aparece cuando nuestra mente no sabe interrumpir la rutina.
Asimismo, un buen descanso produce un gran aumento de creatividad, pudiendo dar pie a la formación de nuevas estrategias e ideas que en un entorno estresante no surgirían. Esto es debido a que en los periodos de descanso el cerebro no está inactivo, sino que únicamente deja de centrarse en determinada estimulación, activándose muchas otras áreas de la psique que suelen dejarse de lado.
En este sentido, el desbloqueo mental que produce el descanso provoca una mejora de la capacidad de juicio y decisión, posibilitando el análisis completo de la información disponible y la posterior toma decisiones.
Además de ello, el descanso produce un incremento de la productividad y la concentración, al disminuir el bloqueo intelectual y el enlentecimiento mental y físico propio de una situación continuada de estrés. La latencia de reacción ante estímulos disminuye, aumentando el rendimiento y la eficiencia tanto durante el periodo recreativo como en la vuelta al trabajo.
Por último, el descanso provoca la liberación de endorfinas y la activación de los circuitos neurales de recompensa, estimulándose la presencia de dopamina y serotonina en el cerebro. Todo ello produce una reducción de ansiedad y esquemas negativos de pensamiento. En conclusión, las vacaciones suponen una vía que provoca la felicidad en aquellos que son capaces de disfrutar del periodo de descanso vacacional.
Cómo disfrutar en las vacaciones
- Improvisar
Hay que tener una gran flexibilidad para disfrutar de nuestro tiempo libre. Está bien que planifiquemos nuestras vacaciones, pero siempre con la idea de que pueden surgir imprevistos que rompan esos planes. Por ello debemos tener la capacidad de adaptarnos a las nuevas situaciones y seguir disfrutando de nuestro ocio. - Desconectar
No está mal olvidarse por unos días de encender la televisión o el ordenador, leer el periódico… Guardar el reloj junto al móvil, el ordenador, la tableta y el resto de tecnología que se utiliza de manera habitual en las jornadas laborales. Dejar las contestaciones de correo, los tuits y otras redes sociales para el regreso. - Disfrutar del «aquí y del ahora»
Disfrutar de lo que se está haciendo intentando no pensar en el mañana. Poner toda la atención en lo que se siente, no solo a través del intelecto, sino también en el cuerpo, y disfrutar de sensaciones que nos enriquecen y nos alejan del estrés y de la ansiedad. Además, este redescubrimiento de los sentidos ayuda a conectar con nosotros mismos, con nuestros gustos, deseos y anhelos. - Realizar actividades placenteras y relajantes
Poner toda la atención a través de los sentidos: pasear por el bosque, por la playa o por el campo; estar en contacto con la naturaleza y respirar aire sano; conversar con los hijos, la pareja o los amigos; leer un libro apasionante (nada relacionado con el trabajo); ir al cine a ver una comedia divertida y desternillarse de risa (proporciona serotonina y endorfinas, hormonas relacionadas con la alegría y la felicidad); hacer manualidades o bellas artes (fotografía artística, pintura, jardinería, modelaje, esculpir); o bailar o practicar algún deporte veraniego con el único objetivo de divertirse y relajarse, no ganar. - Cambiar nuestro punto de vista
Es importante cambiar nuestra rutina diaria, y que esas responsabilidades que tenemos habitualmente nuestro descanso, salvo en casos muy excepcionales. - Atreverse
Aunque no tengamos un espíritu aventurero, está bien tener un cierto grado de atrevimiento a la hora de probar cosas nuevas. De esta forma conseguiremos tener otro punto de vista que pueden enriquecer nuestra vida y creatividad. - Colaborar
Cuando hacemos partícipes de nuestra experiencia vacacional a los que nos rodean, disfrutamos mucho más de nuestras actividades. La colaboración refuerza el vínculo entre los sujetos, proporcionando además nuevas y distintas perspectivas que pueden ayudar a encontrar mejores opciones para todos.
Cómo volver de las vacaciones
El periodo de descanso vacacional tiene un final. Tener presente este hecho y afrontarlo puede suponer la diferencia entre reincorporarse a la vida cotidiana con energía y optimismo y entrar en un estado de abatimiento ante el retorno de las obligaciones, conocido popularmente como «síndrome postvacacional».
En este sentido se ha de procurar un retorno progresivo para re-adaptarse a lo cotidiano, volviendo al hogar unos días antes, por ejemplo, ajustando los ritmos circadianos al horario habitual y en algunos casos, favoreciendo que las empresas permitan una reentrada progresiva. Asimismo, al iniciar las vacaciones es importante no obsesionarse con el tiempo que queda para que finalicen, pero sí planificarse para tener en cuenta que se va a volver en un periodo concreto.
En definitiva, planificar las vacaciones con tiempo y buena organización es una manera de conseguir que esta etapa tan esperada salga adelante con fluidez y tranquilidad, sin tener que experimentar las sensaciones de estrés que no nos permiten disfrutarlas. Pero no tenemos que obsesionarnos con unas expectativas demasiado elevadas, ya que además llevemos a cabo una mala gestión económica y esto también puede generar mucho estrés. Planear las vacaciones de forma realista, sabiendo que probablemente no sean perfectas, nos harán disfrutar más del tiempo que vamos a disfrutar.