Podemos definir la autoestima como la percepción que tenemos de nosotros mismos a través de nuestros juicios de valor, emociones, pensamientos o tendencias conductuales. Una autoestima alta implica una afirmación en nuestro modo de ver el mundo, que a su vez implica una gran seguridad de acción y en la toma de decisiones, al no dudar de nuestras ideas.
La autoestima resulta fundamental para enfrentarse a los problemas que van surgiendo en la vida. Pero ¿qué es lo necesario para crearla y reforzarla? ¿Podemos sentirnos los suficientemente seguros de nosotros mismos en algún momento, o siempre perseguiremos estarlo más? ¿Sabemos realmente quiénes y cómo somos y cuáles son nuestros objetivos, o estamos irremediablemente por la sociedad en que vivimos y por los medios de comunicación?
El individuo se va formando a lo largo de toda su vida de una imagen mental, que identifica quién es, cuál es su aspecto, cuáles son nuestras virtudes y nuestros defectos. Este concepto podríamos definirlo como «autoimagen», en parte originada en la relación que tenemos con otras personas, que van modulando, corrigiendo o incluso cambiando esta imagen mental, indispensable para nuestra autoestima.
El «itinerario» a la hora de forjar nuestra autoestima comenzaría con la relación con los padres y su signo emotivo (positivo o negativo), los logros académicos y sociales del sujeto, y finalmente, su éxito en las relaciones sentimentales, en las que puede verse (y sentirse) querido y amado por otra (u otras) personas que no son de su familia.
De esta forma, un deterioro en la autoestima originaría una gran inseguridad a la hora de desempeñar una vida normal, y por ende, una progresiva timidez al temer los resultados de una interacción que no fuera la deseable o correcta socialmente. El individuo se vería de esta forma incapacitado para interactuar en ningún ambiente, sobrepasado por las dudas sobre su futura actuación y el terrible vértigo de no cumplir las expectativas que se tienen de él en los diferentes ámbitos (familiar, laboral, social, etc.).
Esta merma de la autoestima puede implicar la imposibilidad de realizar un estilo de comunicación basado en la asertividad, en la que podamos exponer nuestro punto de vista y las correspondientes argumentaciones que lo expliquen sin perder el control emocinoal.
Varias investigaciones han indicado que la inseguridad y la timidez pueden venir originadas por un nivel desmedido en las reacciones emocionales, o una falta de apoyo adecuado en su círculo social (familia, amigos…).
También acontecimientos estresantes como experiencias negativas tempranas en las relaciones sociales (colegio, círculo de amigos), o cambios radicales en el entorno social sin tiempo para adaptarse (cambios de escuela repentinos, alteraciones en la estructura familiar) originan un bloqueo el desarrollo de la seguridad en uno mismo y la autoestima, generando tensión y timidez.
El entorno familiar es de capital importancia para la creación de una autoimagen saludable, ya que la influencia negativa en este ámbito (humillaciones, estrictas normas y control, poca afectividad, nulo reconocimiento…) puede condicionar para siempre al individuo: por ello la familia debe mantener unas expectativas adecuadas, demostrando además comprensión por las reacciones de timidez.
La comparación del individuo con modelos sociales que pueden ser inalcanzables, son una enorme fuente de tensión e infelicidad, que fomenta patrones de gran inseguridad: todo el mundo desea ser más rico, más exitoso, más guapo, más delgado… como fuente de la felicidad, estableciendo el bienestar en elementos estéticos y materiales casi exclusivamente. La pertenencia a esos grupos sociales creados artificialmente por la publicidad y los medios de comunicación puede llegar a determinar de manera radical el comportamiento del individuo, casi obligándole encajar en esa sociedad «ficticia» e instrumentalizada a través del consumo, etc.
¿Puede la Psicoterapia mejorar la autoestima?
Por supuesto. Una psicoterapia enfocada a reestructurar cognitivamente la autoimagen iría poco a poco mejorando la autoestima, ya que se evaluarían de manera más realista los temores y las visiones negativas de uno mismo. De la misma manera y en el entorno seguro creado por el psicoterapeuta, se potenciarían otros modelos de relación más eficaz con el medio, sin la presión exterior.
La reducción de las ideas negativas de uno mismo, la eliminación de culpa y de la vergüenza, así como la generación de una nueva visión más positiva hace que se generen nuevos modelos conductuales adaptativos y exitosos.